Frases de El Arte de la Guerra

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Sin duda alguna, el arte de la guerra es uno de los libros más importantes y conocidos de la historia. Y muy probablemente de una forma que ni su propio autor esperaba hace casi 2.000 años.

Y es que es poco creíble que el general y filósofo Sun-Tzu creyera que tantas personas iban a intentar ser ese “general” del que tanto habla la obra. Aquel que condujera a su pueblo a la victoria, y que tenía un control total sobre lo que realizaba y el resultado del mismo.

Un libro de práctica militar que con el paso de los años se ha convertido en todo una guía de estrategia suprema que aplicar en todos y cada uno de los aspectos de la vida. El propio libro fui guía de algunos grandes maestro de la estrategia china como Sun Bei o Zhuge Liang.

Una primera lectura es obligada para descubrirlo, una segunda lo es para comenzar a descubrirlo, pero un estudio es fundamental para emplearlo.

Una de esas obras que no hay que leer, hay que aprender. Muchos son los pasajes que se podrían citar para tratar de resumir el libro, pero sería algo imposible ya que todos y cada uno de ellos aportan un gran valor. Pese a ello, en estas sendas trataremos de abrir un nuevo camino en post de conocer un poco más, una de las obras más importantes de la historia. Y sin duda el libro de estrategia más importante existente.

No se pretender explicar las frases y su significado, de hecho es posible que tratando de darlo este tuviera que ser actualizado de nuevo en un momento dado. De la misma forma que ha ocurrido con la obra original, cuyas frases pueden trasladarse a un periodo actual.

Se desea que el lector sea capaz de analizar y estudiar lo que las citas quieren decir, y pueda por sí mismo, valorar y entender su significado.

Índice de contenidos

Frases de El Arte de la Guerra

El cielo es el yin y el yang, lo frío y lo caliente, el orden en el que se suceden las estaciones.
La milicia es un Tao de engaños: Cuando seas capaz, muestra incapacidad. Cuando seas activo, muestra inactividad. Cuando estés cerca, haz creer que estás lejos. Cuando estés lejos, haz creer que estás cerca.
Así pues, el matar al enemigo es cosa de la ira. El tomar los bienes del enemigo es cosa del beneficio.
Es mejor conquistar todo un estado que destruirlo.
Un centenar de victorias en un centenar de batallas no es lo más hábil. Lo más hábil es someter al ejército contrario sin batalla.
Cuando sean diez a uno, rodéalos. Cuando sean cinco a uno, atácalos. Cuando sean dos a uno, lucha con ellos. Cuando sean equivalentes, entonces divídelos. Cuando seas menos, defiéndete contra ellos. Cuando no estés preparado, evítalos.
El conocer al otro y no conocerse uno mismo, significa que no haya pérdidas en cien batallas. No conocer al uno y conocerse uno mismo, significa victoria por derrota. No conocer al otro y no conocerse uno mismo, significa que cada batalla será una derrota segura.
El que es hábil en la batalla se asienta en el lugar de la no derrota. Y así no se pierde la derrota del enemigo. Por eso, el ejército victorioso vence antes y después de que tenga que lugar. El ejército derrotado primero lucha y luego busca la victoria.
Mandar a muchos es como mandar a pocos. Es cuestión de división y de cálculo.
En resumen, cuando estés en la batalla, usa lo ortodoxo para enfrentarte al enemigo. Usa lo extraordinario para conseguir la victoria.
El caos nace del orden. La cobardía nace del valor. La debilidad nace de la fuerza.
El que es hábil en manejar al enemigo traza la forma, y el enemigo debe seguirla, ofrece y el enemigo debe aceptar. Los maneja hábilmente y los espera con tropas.
Aquel que es el primero en tomar posición en el campo de batalla y espera al enemigo, se siente cómodo. Aquel que es el último en tomar posición en el campo de batalla y se apresura a pelear, se agota. Así pues el que es hábil en la batalla emplaza al otro, y no es emplazado por él.
Para atacar y vencer con seguridad, ataca cuando ellos no pueden defenderse. Para defenderse y resiste firme, defiéndete en donde ellos puedan atacar.
La dificultad de un ejército contendiente consiste en hacer directo lo tortuoso y hacer ventajoso lo adverso.
Rápido como el viento, lento como el bosque, raudo y devastador como el fuego, inmóvil como una montaña, difícil de conocer como el yin, móvil como el trueno (Furinkazan)
Debido a que no podían oírse unos a otros, hicieron sonar tambores y campanas. Debido a que no podían verse unos a otros hicieron ondear banderas y estandartes.
Hay camino que uno no debe seguir. Hay ejércitos con los que uno no debe combatir. Hay ciudad que uno no debe atacar. Hay terrenos en los que no uno debe enfrentarse. Hay órdenes del soberano que uno no debe aceptar.
Si el general se dirige a sus hombres de forma repetida y suave, en tono mesurado, es que ha perdido el respeto de su tropa.
En el ejército la cantidad no implica calidad. No avances con aire marcial. Basta con que seas fuerte, te enfrentes al enemigo y lo derrotes, eso es todo.
Se avanza sin pretender la fama. Se retrocede sin preocuparse por la crítica. Solo se busca el beneficio de los hombres, y conseguir unas ventajas acordes con las del gobernante. Porque solo se pretende enriquecer al estado.
El buen general cuida de sus hombres como si fueran sus hijos. Por ello sus soldados lo seguirán hasta donde sea. Cuida de sus tropas como si fuera sus criaturas amadas y ellos no dudarán en morir por él.
Si eres hábil en el manejo del ejército, lleva a tus hombres de la mano, como si tratase de una sola persona. De este modo no retrocederán.
Los señores feudales: cuando se ven cercados, resisten. Cuando no tienen apoyos, luchan. Cuando superan las dificultades, siguen.
Categoría:
  Historia
Sobre el autor

Francisco José Guerra

Ingeniero informático de formación, pero SEO de profesión. Desde pequeño, cada curiosidad o historia que me llamaba la atención, fue haciéndose un hueco en mi cabeza. Y aquí es donde las dejo por escrito.

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