Ching shih – La gran pirata de Oriente

Ching shih – La gran pirata de Oriente

Cuando pensamos en un pirata, nos vienen a la cabeza nombres tan famosos y conocidos como Barbanegra, Barbarroja, o Bartholomew Roberts. Grandes hombres, con sus poderosas flotas, que fueron la pesadilla de todo marinero, y afortunados eran aquellos que no se topaban con ellos en sus aguas. Pero no todo han sido grandes capitanes piratas como a veces las películas, los libros o los cuentos populares nos hacen pensar.

¿Quién era Ching shih?

Uno de los capitanes piratas más poderosas y temidos, si no el que más, fue una mujer, nacida en la provincia china de Cantón, en 1775 con el nombre Ching Shih.

De origen humilde, aprendió el arte de la picaresca de bien joven y posteriormente se convirtiendo en prostituta en un burdel de la propia Cantón.

En su profesión, se convirtió en la más solicitada de todo el reino, ya fuera por su belleza o porque debido a los hombres que acudían a ella, obtenía información sobre las intrigas políticas de la época.

Ascenso a una de las mayores piratas de los 7 mares

Dada su fama, atrajo la atención de todo tipo de hombres, entre ellos el capitán pirata Zheng Yi, quien estaba al mando de la flota de la bandera roja. Tras unas cuantas noches y convertirse en cliente asiduo, Zheng Yi decidió convertir a Ching en su esposa y es este el momento en el que se hizo por primera vez a la mar.

El ascenso de Ching Shih al poder es un ejemplo extraordinario de liderazgo y astucia. Cuando su esposo, el capitán pirata Zheng Yi, falleció en 1807, cabe la duda si debido a un asesinato por envenenamiento o en una de sus múltiples incursiones. Ching Shih enfrentó un panorama complicado: las flotas piratas a menudo caían en el caos tras la pérdida de su líder. Sin embargo, ella utilizó una combinación de diplomacia, intimidación y alianzas estratégicas para consolidar su posición.

Pero esto no hizo a Ching Shih retirarse y vivir de las riquezas acumuladas, sino que tomo el mando de la flota de su marido que por aquel entonces ya era de más de 400 barcos y 70.000 marineros.

Convirtió la flota de la bandera roja en una fuerza unificada y disciplinada, estableciendo un estricto código de conducta. Este reglamento incluía normas severas sobre saqueos, comportamiento hacia prisioneros y lealtad a la flota. Las sanciones por desobediencia eran claras y contundentes, lo que ayudó a prevenir disputas internas y mantener el orden entre los miles de marineros bajo su mando.

Y no cabe duda que lo hizo bien, y con mano dura además, incluso mucho mayor que la de su marido. Por ejemplo, en el famoso reglamento que puso a sus marineros una vez tomado el mando de la flota, se podía leer:

Si un hombre va a tierra por su cuenta, o si comete el acto llamado ‘franquear las barreras’, se le horadarán las orejas en presencia de toda la flota; en caso de reincidencia, se le dará muerte.

Otra de sus normas más famosa, y que seguramente venga de sus tiempos de prostituta fue:

Nadie deberá seducir para su placer a las mujeres cautivas apresadas en las ciudades o en el campo y llevadas a bordo de un navío. Se deberá, primeramente, pedir permiso al ecónomo, y retirarse a la cala del navío. El uso de la violencia con una mujer sin el permiso del ecónomo será castigado con la muerte.

Ching Shih también implementó una estructura jerárquica eficiente en la flota. Los marineros estaban organizados en unidades, cada una bajo el mando de capitanes leales a ella. Esta estructura facilitó la comunicación y la ejecución de sus órdenes. Asimismo, utilizó su habilidad para leer las corrientes políticas y establecer alianzas que fortalecieron su control sobre las aguas del Mar de China Meridional.

Durante los siguientes años, nadie fue rival para la más grande pirata de la historia. Una maestra de la manipulación, de mano de hierro y sanguinaria como la que más, saqueo y fue el terror de los mares de oriente por largos años. Solamente en 1808, uno de sus mayores rivales, O-po-tae, consiguió hacerla retroceder en batalla. Ni tan siquiera el gobierno chino era rival en ese momento para entrometerse en estas luchas de poder.

Finalmente, 1810 y tras ver mermada su flota, decidió rendirse ante el emperador quien tras varios ataques y andanadas contra la flota de Ching, consiguió que esta se rindiera finalmente sin oponer resistencia. Dado a que no opuso resistencia y que su flota seguía siendo de un considerable tamaño y el peligro que esta podía tener si se enfrentaba en batalla, el emperador le concedió el perdón y la dejo en libertad hasta el final de sus días en 1844, curiosamente, dirigiendo un burdel en su región natal, Cantón.

Antes de ello, consiguió superar a su marido con creces y tener una flota a sus órdenes de más de 2.000 barcos y convertirse según muchos, en la mayor pirata de la historia. Sin un gran nombre, si grandes narradores que contarán sus historias, pero con un poder que haría arrodillarse a los grandes hombres de la piratería.

El legado de Ching Shih en la historia de la piratería

El legado de Ching Shih trasciende su éxito militar y organizativo. Su mayor logro fue negociar una amnistía con el gobierno chino en 1810, un movimiento que aseguró su seguridad y la de sus seguidores. En lugar de enfrentar la ejecución, como era habitual para los piratas capturados, Ching Shih utilizó su poder político y estratégico para obtener términos favorables. Ella y su tripulación no solo evitaron castigos, sino que también pudieron conservar gran parte de sus riquezas acumuladas.

Tras retirarse de la piratería, Ching Shih estableció una vida respetable en Cantón, donde dirigió un burdel y una casa de apuestas. Su capacidad para adaptarse a un entorno en constante cambio y prosperar fuera de la piratería es testimonio de su versatilidad y pragmatismo.

Además, Ching Shih dejó una huella duradera en la historia marítima y cultural. Es vista como un ejemplo del poder femenino en un mundo dominado por hombres, y su vida ha inspirado a académicos, escritores y cineastas. A diferencia de muchos piratas cuyas historias terminan con una muerte trágica o en la horca, Ching Shih es recordada como alguien que desafió las probabilidades y emergió como una figura de respeto.

Su historia no solo representa una etapa fascinante de la piratería, sino que también simboliza la capacidad de liderazgo, negociación y estrategia que pocas personas, hombres o mujeres, han demostrado a lo largo de la historia.

 

Ching Shih o personajes como Guan Yu o Benkei, nos demuestran que, más allá de los personajes que nos trae la cultura popular del lugar donde vivimos, en todo el mundo, y en este caso pasadas las fronteras de oriente, se esconden otros muchos, cuyas historias merecen ser escuchadas.

Sendas del Viento.  Historias y personajes que pudiste oír, pero nunca llegaste a escuchar.